Sebastián Alonso, escritor: “El valor de este libro está en recuperar a los anónimos con respeto”

En su primera novela, el cineasta Sebastián Alonso rescata historias de un grupo de mujeres travestis marcadas por la represión, la resiliencia y la búsqueda personal.

Todo comenzó como un proyecto documental sobre una mujer trans que soñaba con formar una familia. En medio de esta investigación, el autor, Sebastián Alonso, conoció a Paloma, una mujer trans de 70 años que vivía en Quinta Normal. Su vida, y la de otras mujeres mayores, fueron atravesadas por la dictadura y también por la necesidad de formar una familia entre ellas. Tras la muerte de Paloma, víctima de una agresión, el proyecto mutó a una obra de ficción que retrata la supervivencia de travestis en un prostíbulo en Talca en plena dictadura. En cada pieza, una mujer distinta nos abre su mundo que se entreteje con los demás.  

¿Cómo surge la idea de este libro?

El libro nació en el contexto de mi proyecto de tesis para titularme como cineasta. Ahí conocí a Paloma, una señora trans de 70 años. Al principio, ella tenía miedo de que yo me acercara desde el morbo, pero empezamos a conversar y, al ver que no quería demonizarla sino conocer su historia, se fue abriendo. Gracias a ella conocí también a otras mujeres mayores, hice un breve escaneo de sus vidas y empezaron a emerger temas como la dictadura, la represión y cómo debieron esconderse. En ese proceso, me encontré con La manzana de Adán de Paz Errázuriz, sobre Talca y las mujeres que habían vivido allá.

Poco después supe que Paloma había sido víctima de una agresión y que había muerto. Todo esto me hizo pasar del documental a la ficción. Sentía que la novela podía contener mejor toda esta memoria, estas voces. 

Tu libro se siente como una película, ¿eso fue intencional?

Sí, siempre fue pensado visualmente. Vengo del cine, así que me interesaba ambientar bien cada escena para que el lector pudiera situarse en ella. Quería que se sintiera la textura. Fue mi primer ejercicio de escritura formal, y me sentí cómodo detallando lo más posible. Siento que mi formación hace que mi escritura tenga una sensibilidad cinematográfica.

¿Cuál es tu personaje favorito?

Les tengo mucho cariño a todas, pero la Suzuki es especial. Ella sigue a Maribel, la dueña del Jardín Rojo, por pura lealtad. Pero, en el fondo, yo soy más como Marta, una travesti seca, poco expresiva, que se guarda todo y explota rápido. Me gustaría ser como Suzuki: esa mujer que reparte el cariño, que lo pone sobre la mesa, que es el corazón del grupo. Marta, finalmente, hace ese camino también.

¿Por qué escogiste Talca?

La manzana de Adán tenía fotos que transcurrían en La Jaula, un burdel de travestis en Talca. Las historias que fui recogiendo me fueron situando allí. Talca es un lugar muy conservador, con presencia militar fuerte. Era peligroso para las travestis, incluso, más que Santiago. Pero ellas no lo vivían así: Talca tenía un barrio rojo donde se sentían albergadas.

Conocía la ciudad porque hice proyectos documentales allá, incluso, sobre un centro de tortura. Fui muchas veces a sacar fotos, a recorrer casas antiguas y barrios. Aunque es difícil imaginar el Talca de los 70, todo está ahí: la plaza, la calle principal, el tren.

Este no es el típico drama cola…

No, es un libro resiliente. Hay tragedias, pero no son el corazón de la historia. El corazón es encontrar una familia, encontrarse a una misma. Hay momentos cómicos, momentos de renacimiento. El valor está en recuperar a los anónimos con respeto.