Bosques de algas: ecosistemas claves para la vida

César Astete, Director de las Campañas de Pesquerías Oceana

Por: César Astete, Director de las Campañas de Pesquerías Oceana

El Día Mundial de los Océanos que se conmemora cada 8 de junio es una oportunidad para tomar conciencia sobre su importancia para el planeta. Sin ellos, la vida sería imposible, considerando que producen al menos el 50% del oxígeno y son claves para la absorción del dióxido de carbono que producimos los humanos.

Pero lamentablemente, los océanos están amenazados. En Chile, son conocidos los efectos de la contaminación producida por los plásticos y los impactos de la salmonicultura, también la presencia de complejos industriales en las costas como es el caso de Ventanas, y las consecuencias de la pesca ilegal y la sobrepesca. 

Sin embargo, me quiero detener sobre una de las amenazas más potentes, pero de la que se habla poco. Uno de los ecosistemas más importantes de los océanos son los bosques de algas, presentes a lo largo de toda la costa del país y de los que existen muchas especies, entre ellas, el huiro, la luga o el cochayuyo.

Estos bosques forman ecosistemas únicos, llenos de vida y proveen una serie de beneficios, no solo para quienes allí habitan, sino que también para los seres humanos.

Pocos saben de su gran contribución al planeta, tal como los bosques que están en tierra. Bajo el mar existen extensas zonas donde abundan ejemplares que pueden llegar a alturas de hasta 40 metros, similar a lo que mide un roble o un alerce, y casi tan altos como una araucaria. Estos bosques proveen hábitat para numerosas especies marinas, incluyendo aquellas relevantes para el sector pesquero artesanal, como el loco y el erizo rojo; además, contribuyen a la captura de carbono, a liberar oxígeno a la atmósfera y a reducir la contaminación marina por nutrientes.  

Pisagua // Créditos: Eduardo Sorensen, Oceana

En el norte de Chile, abundan los bosques de algas pardas, considerados importantes estructuradores de comunidades, y descritos como uno de los hábitats más diversos y ecológicamente dinámicos, sirviendo como refugio, alimento y hábitat para una gran variedad de especies.   

Sobre estas algas, de hecho, se asientan otras más pequeñas que ayudan a la llegada de invertebrados marinos como erizos de mar, caracoles y lapas que se alimentan de ellas. A la vez, esto atrae a depredadores como el loco y estrellas de mar, y a peces costeros de tamaño mediano como el bilagai y el pejeperro. Asimismo, mamíferos como el lobo marino común y el chungungo, o distintos tipos de aves marinas, utilizan estas praderas como áreas de alimentación.   

A todo lo anterior, debemos sumar que los bosques de macroalgas han sido descritos como zonas de reclutamiento, asentamiento larval y de reproducción de peces e invertebrados. En específico, los discos mediante los cuales las algas se adhieren al fondo marino constituyen áreas de alimentación, refugio frente a la depredación y a corrientes de fondo, áreas de asentamiento, desove y sitios de crianza. 

Viéndolo así, son los bosques de algas responsables de la vida en nuestras costas, sin embargo, se encuentran en peligro. Las macroalgas pardas son ricas en un componente muy apreciado por la industria cosmética, de cuidado personal y de alimentos: el alginato. A partir de 2018, se observa una creciente actividad ilegal en la extracción de algas para su venta en el mercado asiático y europeo, quienes están pagando altos precios por el recurso.

Esta actividad ilegal está afectando a los recolectores, recolectoras y buzos que trabajan respetando las reglas y se esfuerzan cada día para hacer un manejo sustentable de las algas, especies que necesitan una correcta administración para asegurar su continuidad. 

Positivos son los casos de las áreas de manejo y los planes de manejo por territorio que se ejecutan en el norte de Chile. Estas dos formas de administración asociativa que utiliza la pesca artesanal alguera han permitido que la actividad sea sostenible durante muchos años. Y de cierto modo, ha contribuido al desarrollo de comunidades desde una perspectiva social y económica.  

El crecimiento sin control de la explotación de los bosques de algas es peligroso. Estamos poniendo en jaque, no solo las economías de localidades costeras que se han esforzado por cuidar sus recursos, sino que también la capacidad de resiliencia de los ecosistemas marinos del planeta, cuyos efectos lamentarán profundamente las futuras generaciones.